domingo, 3 de abril de 2011

Grace Kelly


De ascendencia irlandesa, católica y demócrata, formaba parte de una élite social de la Nueva Inglaterra estadounidense que la Metro Goldwyn Mayer se encargó de explotar. Durante su reinado en la gran pantalla, de apenas cuatro años, Grace encarnó la frialdad etérea de una diosa de mármol que se admira desde la distancia.
Pero detrás de su belleza había mucho más. No sólo un Globo de Oro por Mogambo y un Oscar por La angustia de vivir avalan su calidad artística, sino que su infatigable energía (rodó seis películas en 14 meses), su intensa emotividad ante las cámaras (Fuego verde, Crimen perfecto), sus papeles más contenidos (Solo ante el peligro) y su alegre desparpajo (Alta sociedad) confirman que detrás de su imagen altanera había una gran actriz. Trabajó con los mejores directores: Henry Hathaway, Fred Zinnemann, John Ford, Alfred Hitchcock o Charles Vidor. Y compartió trabajo con estrellas mucho más fulgurantes que ella: Clark Gable, Gary Cooper, William Holden, Cary Grant, James Stewart, Alec Guinness...
No fue amor a primera vista ni nada por el estilo. De hecho, Spoto revela en esta biografía que el príncipe le pareció bastante grosero por llegar una hora tarde a su primer encuentro durante un viaje que el equipo de Atrapa un ladrón hizo en 1955 al Festival de Cannes. Rainiero de Mónaco quedó, sin embargo, admirado por aquella norteamericana de modales británicos. Sólo un año más tarde, después de que Grace terminara sus compromisos profesionales –El cisne y Alta sociedad– sería ya Gracia de Mónaco. La propia princesa revelaría a Spoto en 1976 que entre Rainiero y ella existían infinidad de experiencias comunes: desde su incomodidad ante la popularidad como su religiosidad profunda. El príncipe descubrió que su futura esposa era "una mujer dulce, serena y natural que compartía su ironía y su sentido del humor algo loco".
Su matrimonio fue vendido como un cuento de hadas. Pero Gracia de Mónaco dijo, casi como epitafio, poco antes de morir: "La idea de que mi vida ha sido como un cuento es, en sí misma, un cuento". Su boda fue como un sueño para todo el mundo menos para ella, que no disfrutó nada de ese día; su sortija de pedida (de platino con un diamante de 10 quilates, que lució, además, en Alta sociedad) fue la envidia de toda una generación; y su transformación en princesa, un logro admirable. "Mi verdadera vida empezó el día que me casé", dijo siempre. Pero no todo fue un camino de rosas: los dos kilómetros cuadrados del principado no tardaron en quedarse pequeños; el servicio de palacio le dio la espalda durante varios años; algunas normas de protocolo –como no poder estar a solas con un hombre, aunque fuera su modisto– le sacaban de quicio... Se ahogaba.
Cuando un periodista le preguntó en 1954 quién era verdaderamente Grace Kelly, ella contestó: "La verdadera Grace Kelly no existe. Vuelva dentro de 10 años y se lo diré". Al referirse a sus primeros años de matrimonio, en torno a los 30, reflexionaba: "Tuve que separarme de todo lo que había sido Grace Kelly, y fue muy duro para mí. No podía ser dos personas a la vez, una actriz norteamericana y la esposa del príncipe de Mónaco, de modo que durante esos primeros años perdí mi identidad. A partir de que nacieron mis hijos y empecé a dedicarme a obras benéficas fui encontrándome a mí misma".
Hubo una norma del protocolo de Mónaco que sí logró cambiar: crió a sus tres hijos –Carolina, Alberto y Estefanía–, que dormían muy cerca de su cuarto y cuya educación supervisó personalmente. Paseaba con ellos por las calles de Mónaco ante la mirada escandalizada de los más rigurosos, y en verano iba con ellos a playas públicas. Consiguió que los monegascos viesen a sus príncipes como una familia... Le costó años, pero lo logró. Algo inédito. Su accidentada muerte llenó al principado de dolor y tristeza. Los monegascos habían logrado querer a su princesa, que dijo como legado: "Me gustaría que se me recordara como una persona que logró algo en la vida, que fue buena y cariñosa. Me gustaría dejar tras de mí el recuerdo de un ser humano que se comportó correctamente e intentó ayudar a los demás".
Faltaba en mí blog, y hoy tenía que recordar a esta actriz, que fué más conocida por ser la Princesa de Mónaco, que por hacer grandes películas...Tuvo la gran suerte de trabajar con actores y directores muy importantes...pero ella en sí no fué feliz.
Vosotros quiero que seais felices y sonriais siempre, os quiero.

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