lunes, 23 de abril de 2012

Serrat & Sabina

A velocidad de crucero viejo y vacilón, la Orquesta del Titanic interpreta la decadente historia del naufragio por venir. Sabina y Serrat se acercan a la costa a saludar a la prima de riesgo del capitán Concordia, se escuchan con nitidez las pesadillas del patrón del Vaporcito, así como las risas, los duelos y las querellas de este tiempo voraz. A nuestros cantautores de cabecera les tiembla la voz, como a todo el mundo, arrecíos de asombro frío, y suenan quinientas noches trompeteras, guiños a Gabo, coplas canallas y el trabajo sucio del olvido. En busca de perlas, hallamos rimas relativas y voces en la piel del otro. Nada es lo que parece. Joaquín se pone tierno, Joan Manuel, farruco. Ambos dos conocen el dolor del color de sus ojos, los versos viajan en ascensor, como los arreglos dispares del primer disco de los susodichos pájaros. La producción de Limón se antoja irregular, a nuestro juicio. Algunas piezas acaso merecían otras hechuras.
Serrat y Sabina se manejan mejor en las distancias cortas, las baladas rompedoras y la lírica que adorna la imaginería de ambos dos, grandes entre los placeres grandes de la vida.Sabina arroja bombas a la noche de paz, tristes castañuelas de cotillón, anuncios de carbón, Satanás vive en el antivillancico, infiltrado en el supermercado de la navidad. A su edad, Serrat y Sabina cantan las cuarenta al mundo incorregible y de pronto sopla un pito de caña gaditano, recreativo y carnavalesco. De cuando los veteranos de guerras de amor decidieron envejecer. "Cuando vuelvo a beber no se hace de noche".
Tras la resaca, coplas de redención. "Acuérdate de mí cuando me olvides". Sombras chinescas del Nano. Faena de aliño de inmensa categoría. "Yo tampoco te quiero demasiado". Sabina se arranca por catalán en la intimidad y Serrat evoca a Martínez, el hijo del policía con quien, a la postre, comparte un crepuscular blues final. Sálvese quien pueda. Pasar buena noche y disfrutad de estos dos tipos Geniales... Oli!

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